lunes, 2 de abril de 2007

Mírame

Sientes como se acelera tu corazón. Quizá no es, o sí que lo es. Vaya... Lo es.
Te escondes, sabes que porque tú no mires el hecho de que esté allí no va a cambiar. Pero te sientes algo mejor, quizás no te ha visto. Quizá sí. Miras para comprobarlo. Necesitas hacerlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Vaya, te está mirando.

¿Por qué? ¿Por qué te mira? ¿No dejaste todo claro ya, no le rechazaste por el miedo al rechazo? Tenías miedo de que viera realmente lo que eres, aquello que se esconde donde nadie ha conseguido llegar. Le dijiste que no... Pero te mira. Y no sabes que hacer, te estabas dirigiendo allí inconscientemente. Le saludas sin oír tan siquiera lo que dice porque sabes que no está solo. Te vas sabiendo que deberías quedarte. Que lo deseas, pero deseas más el irte corriendo y gritar a las nubes que no dejan de llorar. Gritar que hagas lo que hagas nada cambiará, que esas mariposas en el estomago no han salido y solo tienes gusanos.

Es así. Mírale una vez más para que tú corazón acabe por romperse del todo, para que no puedas recoger los trozos como habías hecho antes tantas otras veces. Esperas aun así que cuando mires tu corazón no se rompa. Deseas mírale. Miras. Se rompe. Él no te ve, la ve. Sigues mirando.

Te vas. Pero no de allí, sino a sentar. Después de todo, ya no tienes corazón. Una vez mas. Por suerte no la vez que peor. Sonríe, la máscara ya esta hecha a tu medida.
Hazlo. Hazlo. Hazlo. Mátale.