jueves, 30 de diciembre de 2010

Muerta.


Siempre he odiado estar muerta. No en el sentido en el que las mejores funcionarias babearían por meterme en un ataúd, sino en el más y puro sentido filosófico. Todo lo que pienso es mierda. Hay veces en las que siento como los gusanos atraviesan mi piel, y me sorprendo jugueteando con ellos tumbada en la cama mientras pienso en demasiadas cosas al mismo tiempo. Debo plantearme tantos dilemas, hay tantas cosas que me gustaría cambiar de mi misma y tantas cosas que no me permito, que hace que mi cerebro se descomponga cada vez más rápido.

¿ Nunca habéis pensado en que si hubieseis hecho cualquier otra cosa de pequeños, tal vez vuestra vida fuera mejor? O peor, claro. Yo lo que quería era tocar un instrumento, ¿de haberlo hecho quién sería "yo"?