Recuerda lo que vimos, alma mía,
aquella mañana de verano tan dulce
a la vuelta de un sendero:
una carroña infame
en un lecho sembrado de guijarros
con las piernas al aire,
como una mujer lúbrica
abría de un modo negligente y cínico
su vientre lleno de exhalaciones.
Todo ello descendía y subía
como una ola, como una ola,
o se lanzaba chispeante...
Se hubiera dicho que el cuerpo hinchado
por un aliento vago
vivía y se multiplicaba...
El cielo miraba el esplendido esqueleto
como flor que se abre.
Tan fuerte era el hedor
Tan fuerte era el hedor
que tú en la hierba creíste desmayarte.
Zumbaban las moscas
sobre este vientre pútrido
del cual salían negros batallones
de larvas que manaban como
un líquido espeso,
por aquellos vivientes andrajos
Detrás de unas rocas una perra inquieta
nos miraba con ojos enfadados
espiando el momento de recuperar
espiando el momento de recuperar
en el esqueleto el trozo que había soltado.
tú algún día serás igual que esta basura,
que esta horrible infección.
¡Sí!, tal tú serás
después de los últimos sacramentos
cuando vayas bajo la hierba
a enmohecerte entre las osamentas.
dí a los gusanos que te comerán a besos,
que he guardado la forma y la esencia
de mis amores descompuestos...
Texto original de Charles Baudelaire, “Las Flores del Mal”
No hay comentarios:
Publicar un comentario