lunes, 20 de octubre de 2008

La Casa Usher - La Carroña




Recuerda lo que vimos, alma mía, 
aquella mañana de verano tan dulce 
a la vuelta de un sendero: 
una carroña infame 
en un lecho sembrado de guijarros 
con las piernas al aire, 
como una mujer lúbrica 
abría de un modo negligente y cínico 
su vientre lleno de exhalaciones. 
Todo ello descendía y subía 
como una ola, como una ola, 
o se lanzaba chispeante...
Se hubiera dicho que el cuerpo hinchado 
por un aliento vago 
vivía y se multiplicaba...

El cielo miraba el esplendido esqueleto 
como flor que se abre.
Tan fuerte era el hedor 
que tú en la hierba creíste desmayarte.
Zumbaban las moscas 
sobre este vientre pútrido 
del cual salían negros batallones 
de larvas que manaban como 
un líquido espeso, 
por aquellos vivientes andrajos

Detrás de unas rocas una perra inquieta 
nos miraba con ojos enfadados
espiando el momento de recuperar 
en el esqueleto el trozo que había soltado.
Y recuerda, alma mía,
tú algún día serás igual que esta basura, 
que esta horrible infección.

¡Sí!, tal tú serás 
después de los últimos sacramentos
cuando vayas bajo la hierba 
a enmohecerte entre las osamentas.
Entonces, oh vida mía, 
dí a los gusanos que te comerán a besos, 
que he guardado la forma y la esencia 
de mis amores descompuestos...

Texto original de Charles Baudelaire, “Las Flores del Mal”

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